Supervisión de 100 presos, jornadas de 12 horas y salario moderado. El trabajo del guardia de la prisión es duro.

Por lo tanto, la tentación es grande cuando un preso ofrece dinero para introducir de contrabando un teléfono móvil o drogas.

Od Sae Pua, carcelero de la prisión de Nakhon Si Thammarat, se negó y denunció el intento de soborno a su superior. En la madrugada del 18 de agosto, lo mataron a tiros cuando se dirigía a su casa. Sí, los señores narcotraficantes no son para burlarse, aunque estén bajo llave. El Departamento Correccional ahora teme que con la ayuda de carceleros corruptos podrán continuar con su negocio mortal con impunidad desde la prisión.

Las cárceles están superpobladas y con poco personal

Los principales problemas son el hacinamiento de las prisiones y la grave escasez de guardias. La prisión de Nakhon Si Thammarat fue diseñada para 3.300 reclusos y ahora alberga a 4.900. Cada carcelero tiene que vigilar a 100 prisioneros. En otras prisiones, se coloca a 15 reclusos en una celda pequeña, pero la prisión no cuenta con celdas pequeñas. Los grandes con 150 prisioneros o más, para que entren en estrecho contacto entre sí y tengan fácil acceso a los guardias.

Tailandia tiene 143 prisiones, nueve de las cuales, incluida Nakhon Si Thammarat, son instalaciones de máxima seguridad (EBI). A nivel nacional, 159.000 presos están encarcelados por delitos de drogas, o el 65 por ciento de la población carcelaria total de aproximadamente 246.000. Los traficantes y productores de drogas suelen recibir cadenas perpetuas o la pena de muerte. Rara vez califican para una sentencia reducida o indulto. Y su número sigue creciendo.

Los reclusos son inteligentes.

El Departamento Penitenciario trata de evitar el contacto entre presos y cómplices fuera de la prisión. Por ejemplo, las prisiones están recibiendo equipos de interferencia que imposibilitan la comunicación por teléfono móvil, pero hasta ahora solo se han instalado en la prisión de Khao Bin en Ratchaburi. También habrá máquinas de rayos X y cámaras de vigilancia en las EBI.

Los vehículos y las mercancías que entran y salen de la prisión y el correo están mejor controlados. Pero los reclusos son inteligentes. Por ejemplo, se contrabandeaban drogas que se adherían a la parte inferior de los automóviles con un imán. Eso se descubrió cuando se encontró una gran cantidad de imanes en las células. Y una vez la droga estaba escondida en paquetes de Lactasoy (leche de soya), que eran entregados al penal. Otras medidas incluyen la división de las prisiones en zonas más pequeñas y la transferencia periódica de personal y reclusos.

La sociedad debe asumir su responsabilidad.

Pero según Padet Ringrawd, director de la Oficina de Supresión y Prevención de Drogas, todas estas son soluciones provisionales hasta que se resuelva el mayor problema, el hacinamiento en las prisiones. Ya ayudaría mucho omitir el encarcelamiento por delitos menores. Japón, por ejemplo, ha tomado medidas asistidas por la comunidad para retrasar el encarcelamiento y rehabilitar a los drogadictos. "La clave es que la sociedad eche una mano y se responsabilice".

(Fuente: Bangkok Post, Spectrum, 9 de septiembre de 2012)

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